20110309

Contorsión



Sus oídos palpitaban con fuerza mientras la humedad de su sexo iba dejando paso a la aridez común. Tensó los músculos, abrió las piernas y las cerro repetidamente como la boca de un pez, intentando respirar. Finalmente soltó una carcajada sonora comprendiendo la ironía del asunto, y se preguntó qué tanta razón tenía y que tanto se aplicaba en ese momento el siempre subestimado "no eres tu soy yo..."

La verdad es que no tenía ganas de creerlo ni tantito, aunque fuera cierto, aunque seguramente fuera cierto. ¡Qué fácil resulta mentir cuando no sabes que lo haces! Las mentiras se torna epifanías de una u otra forma, a la larga, entre hiperventilación y temblor involuntario. Tenía ganas de llorar y no lo hizo, sentía venir una catarsis más fuerte que su voluntad y tan cobarde como era no tenía deseos de afrontarla. No. Tenía la seguridad de que esta vez sí era culpa suya, no era un enojo generalizado sino focalizado, y tenía el reflector vuelto hacía la cara. Mientras la luz le cegaba, sentía en la punta de la espina esa verdad ABSOLUTA y sin embargo, no removió su cabeza para dejarla salir. Por sus dedos aun sentía recorrer esa piel tibia, sensación que perdería al aceptar la totalidad. No quería; el olor era muy dulce, la sensación demasiado agradable y el final razonable en sobremanera, definitivamente NO quería pensar en ello, al menos no todavía, al menos no sin razón.

Mientras tanto, la pregunta seguía flotando dentro de su cabeza, al rededor de sus tobillos, entre sus cabellos. LA pregunta persistía, pero reinaba la vulnerabilidad. Fue entonces cuando se dio cuenta de que ni la verdad ABSOLUTA, ni LA pregunta y mucho menos la vulnerabilidad eran el problema, porque no tenía idea de cuál era EL problema. Se tendió entonces en la cama, y decidió que llenaría ese vacío con orgasmos y mientras se sucedían uno tras otro, quemó su deseo en una muerte de éxtasis e ingenuidad.